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Reflexiones

Colas de lagartijas


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Son las 07:10 de la mañana, los vehículos transitan apresuradamente, mientras el frio comienza a disiparse a los delicados y escasos rayos solares. Las cortinas de locatarios aún no ruedan, sus candados siguen helados y cerrados; sólo a lo lejos el guardia del banco pareciera estar algo inquieto.

Son las 7:14 y ya todo estaba planeado; con una pistola en mano el padre de una familia, parecía dispuesto a cambiar la tensión de su casa. Medio apresurado encañonó al único guardia en servicio, mientras el asombro invadió a los trabajadores del lugar. En silencio y con bolsa en mano, algunos pocos cajeros abren la bodega y le entregan el dinero. A la misma hora, por la vereda principal, una patrulla de carabineros sospecha de un ilícito en el banco asaltado; tras media cuadra esperan pacientes una rápida atrapada. El hombre de familia sin experiencia, sin delitos ni prontuarios, tropezó en la salida; su plan terminó de golpe frente a dos pistolas y la policía.

Ya ante el juez y la mirada atónita de quienes le conocían, el padre de familia sólo agachó su cabeza y lamentó su mala táctica cometida. Todos se preguntaban, ¿era necesario? ¿Lo merecía? Ahora, su familia no solo soportaría la tensión de su casa, sino que por una mala alternativa, tendrán que ver por un largo tiempo al padre tras las rejas.

Mientras en la corte dictaban su sentencia, y los abogados se preparaban para el anuncio del juez, el padre de familia miró a su esposa sentada en la sala… Su mujer, con dos niños a cada lado, se paró y le gritó con voz desgastada: ¡Donde tenías la cabeza!

Es cierto, muchas veces actuamos sin la cabeza… Son varios los ejemplos actuales, conocidos, a los cuales podemos ocupar como evidencia para la acción de actuar “sin la cabeza”. La desesperación puede, lógicamente, hacer que nuestras acciones no sean las más razonables… e incluso, como discípulos, a veces pereciera que nos movemos como cola de lagartija cortada, con estas reacciones muchas veces incoherentes, totalmente alejadas del raciocinio de nuestros cerebros. Y por lo mismo, con justa razón, estoy inquieto porque muchas veces actuamos ajenos a la ética y los valores del reino: Dios nos libre de ser ¡colas de lagartijas!

Cristo es nuestra cabeza, es decir, nuestra moral y nuestra ética; nuestro “copiar y pegar”, nuestro ejemplo de movimiento y vida. Entonces, paremos un momento, reflexionemos y discernamos; un discípulo que no da testimonio del carácter de Cristo, definitivamente ¡no sabe donde tiene su cabeza!


 
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